Mi objetivo aquí es discutir tres puntos.
1: Que en la decisión de apoyar o no Hidroaysén no hay buenos ni malos, hay simplemente una decisión difícil en donde cuesta distinguir el “cielo del infierno”. No agredamos a quien piensa distinto, conversemos y tratemos de basar nuestras opiniones en las fuentes más académicas y formales posibles (descarto periodistas, políticos, Saras Larraines y Danieles Fernández, con todo el respeto que estos merecen no me parecen fuentes imparciales).
2: En un tema tan importante se requiere mayor responsabilidad a la hora de opinar y no es saludable proponer alternativas que no son factibles. Hay que intentar reconocer y diferenciar las alternativas que son posibles para el mediano plazo (<15 años) de las que son posibles para el largo plazo (> 15 años). Por ejemplo: Aunque tuviéramos mucho capital e incentivos, el mercado no sería capaz de instalar 15.000 MW de energía eólica en 10 años, simplemente no hay tiempo (lo mismo con solar, geotérmica, minihidro, eficiencia energética y la suma de las cinco). El tiempo sería una menor restricción si se planifica para el largo plazo.
3: Que lo fundamental y donde es más necesario concentrar nuestras fuerzas es en lograr hoy un acuerdo y una estrategia energética de largo plazo. Los daños o beneficios de Hidroaysén son marginales a las consecuencias de largo plazo de no tener hoy una estrategia energética clara y acordada.
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